lunes, 18 de diciembre de 2017

"URBS NOSTRA ITA EST": UBI?

Nuestra ciudad está en una provincia de Roma y de Roma depende

Los romanos se ocuparon de intervenir en los asuntos internos de la población indígena desde su llegada a la península Ibérica, con el desembarco de Escipión en Ampurias en la primavera del año 218 a. d. C.

Durante los años de la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.) Roma lleva en la península Ibérica una guerra con Cartago y en este contexto le interesa que las poblaciones ibéricas se pongan de su parte y se conviertan en aliadas. A muchas de ellas se las atrajo, pero otras tuvieron que caer por la fuerza.

Para los romanos era muy importante organizar el territorio que iban conquistando. Delimitando los territorios en provincias, Roma pretende gestionar con más facilidad la política, la justicia y administración de los territorios conquistados. Además, la provincialización satisface el deseo de los miembros del Senado romano por controlar ellos mismos los recursos materiales y humanos de la península Ibérica.


Durante la Época de la República, las dos provincias romanas existentes (Ulterior y Citerior) eran gobernadas por un magistrado venido de Roma y nombrado por el Senado, que bien podía ser un pretor, o un cónsul, (que si prorrogaban su mandato pasaban a ser propretor y procónsul, respec.). Sin embargo, cuando las guerras civiles hacían estragos en Roma, las provincias hispánicas recibieron como gobernadores a legados.
Augusto (27 a. C.) establece nuevas provincias en Hispania (Tarraconensis, Lusitania y Baetica) de las cuales una solamente, la Bética, era "provincia senatorial", es decir, dependía del Senado, que cada año mandaba a la zona un procónsul elegido por sorteo, y no precisaba tropas legionarias en ella; la otras dos eran "provincias imperiales", esto es, recibían como gobernador a un hombre elegido directamente por el propio emperador por un período largo de tiempo (entre tres y diez años), bien un ex-cónsul (como en la Tarraconense, donde había legiones), bien un ex-pretor (como Lusitania, donde no había legiones).

Durante el imperio las competencias de Roma en el gobierno de las provincias no fue igual en todas ellas. Hubo variedad de situaciones administrativas pero siempre hubo gobernadores (praesides), que eran representantes del emperador en las provincias y la máxima autoridad romana en ellas.


Es interesante saber que a partir del emperador Claudio (41 a 54 d. C.) aparecen los "conventos jurídicos", que son distritos administrativos que abarcan un extenso territorio y reúnen a varias ciudades de una provincia y tienen como sede un importante núcleo urbano. A la sede del "convento" se desplazaban los habitantes del distrito para dirimir sus pleitos y apelar a los tribunales. La sedes de "conventos" se convirtieron en ciudades preponderantes en donde convergían importantes sistemas viarios y tenían un papel relevante como centro religioso para el culto al emperador. En el último mapa de la derecha podemos ver las sedes de conventos en la Hispania del siglo I d. C.

Nuevas reorganizaciones de las provincias se sucederán más tarde, como se puede ver haciendo clic aquí, hasta llegar a Diocleciano, quien estableció SIETE provinciasGallaecia, Lusitania, Baetica, Tarraconensis, Carthaginensis, Balearica y TingitanaRecomendamos agrandar el tercer mapa de la derecha, donde figuran las provincias hispanas con sus principales ciudades durante el Bajo Imperio (desde 293 a 385 d. C.).



IMÁGENES:
Tercera: Provincias con Diocleciano (293 d. C.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario