... no olvidó la moneda para Caronte |
Enamorada del héroe, Circe le dará instrucciones precisas para su descenso al Hades en busca de los oráculos del adivino Tiresias.
Para emprender el descenso al inframundo, Odiseo se desplaza al país de los cimerios que viven "entre nieblas y nubes, sin que jamás el sol resplandeciente los ilumine con sus rayos, ni cuando sube al cielo estrellado, ni cuando vuelve del cielo a la tierra, pues una noche perniciosa se extiende sobre los míseros mortales" (Od. XI, 13ss).
Valorando estos datos y otros más que es posible entresacar y deducir del texto (o más bien "desenmascarar" y "descodificar"), Gilbert Pillot (click) devana el ovillo que conduce a Odiseo por el Atlántico norte y concluye que el país de los cimerios se halla al norte de Irlanda, en la región de Londonderry. Precioso paraje para realizar oscuros sacrificios capaces de poner a Odiseo en contacto con las almas de los muertos. ¿Qué ocurrió realmente allí?
Este episodio (en el Canto XI de la Odisea) lo leen para nosotros las alumnas Gloria, Flor y Adina, y acompañan su lectura de preciosas imágenes.
Ahora leemos la descripción que hace Odiseo de tres penados para toda la eternidad que puede contemplar en el Hades: Ticio, Tántalo y Sísifo. Se trata de Odisea XI, 576-600:
"Vi también a Titio, el hijo de la augusta Gea, echado en el suelo, donde ocupaba nueve yugadas. Dos buitres, uno de cada lado, le roían el hígado, penetrando con el pico en sus entrañas, sin que pudiera rechazarlos con las manos; porque intentó hacer fuerza a Leto, la gloriosa consorte de Zeus, que se encaminaba a Pito por entre la amena Panopeo. Vi asimismo a Tántalo, el cual padecía crueles tormentos, de pie en un lago cuya agua le llegaba a la barba. Tenía sed y no conseguía tomar el agua y beber: cuantas veces se bajaba el anciano con la intención de beber, otras tantas desaparecía el agua absorbida por la tierra, la cual se mostraba negruzca en torno a sus pies y un dios la secaba.
Encima de él colgaban las frutas de altos árboles -perales, manzanos de espléndidas pomas, higueras y verdes olivos-; y cuando el viejo levantaba los brazos para cogerlas, el viento se las llevaba a las sombrías nubes. Vi de igual modo a Sísifo, el cual padecía duros trabajos empujando con entrambas manos una enorme piedra. Forcejeaba con los pies y las manos e iba conduciendo la piedra hacia la cumbre de un monte; pero cuando ya le faltaba poco para doblarla, una fuerza poderosa derrocaba la insolente piedra, que caía rodando a la llanura. Tornaba entonces a empujarla, haciendo fuerza, y el sudor le corría de los miembros y el polvo se levantaba sobre su cabeza".
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