Los alumnos de Griego I (1º BCHTO) del IES Sapere Aude realizaron hace días un ejercicio de lectura sobre un fragmento del canto XXIII de la Odisea (ver la entrada del Lunes 9 de Noviembre: cliquea).
El correspondiente cuestionario preguntaba por un personaje de la obra que, además de Euriclea, había reconocido a Odiseo aun disfrazado de mendigo.
Euriclea reconoció al héroe por una cicatriz infligida por el colmillo de un jabalí. Ahora bien, el porquero Eumeo y el propio Telémeco no reconocieron a Odiseo, sino que fue este quien tuvo que darse a conocer.
Nos queda el viejo perro Argos. Él supo de inmediato a quién tenía delante. Lo vio y murió en el acto.
"De Argos entonces se apoderó la Moira de negra muerte tan pronto como volvió a ver a Odiseo tras veinte años".
Ἄργον δ᾽ αὖ κατὰ μοῖρ᾽ ἔλαβεν μέλανος θανάτοιο, αὐτίκ᾽ ἰδόντ᾽ Ὀδυσῆα ἐεικοστῶι ἐνιαυτῶι.
Argos estaba esperando a su amo.
Odisea, Canto XVII, 290-327
Así éstos conversaban. Y un perro que estaba echado, alzó la cabeza y las orejas: era Argos, el can del paciente Odiseo, a quien éste había criado, aunque luego no se aprovechó del mismo porque tuvo que partir a la sagrada Ilión. Anteriormente llevábanlo los jóvenes a correr cabras montesas, ciervos y liebres; mas entonces, en la ausencia de su dueño yacía abandonado sobre mucho fimo de mulos y de bueyes que vertían junto a la puerta a fin de que los siervos de Odiseo lo tomasen para estercolar los dilatados campos: allí estaba tendido Argos, todo lleno de garrapatas. Al advertir que Odiseo se aproximaba, le halagó con la cola y dejó caer ambas orejas, mas ya no pudo salir al encuentro de su amo; y éste cuando lo vio enjugóse una lágrima que con facilidad logró ocultar a Eumeo, a quien hizo después esta pregunta:
—¡Eumeo! Es de admirar que este can yazga en el fimo, pues su cuerpo es hermoso; aunque ignoro si, con tal belleza, fue ligero para correr o como los que algunos tienen en su mesa y sólo por lujo los crían sus señores.
Y tú le respondiste así, porquerizo Eumeo:
—Ese can perteneció a un hombre que ha muerto lejos de nosotros. Si fuese tal como era en el cuerpo y en la actividad cuando Odiseo lo dejó al irse a Troya, pronto admirarías su ligereza y su vigor: no se le escapaba ninguna fiera que levantase, ni aun en lo más hondo de intrincada selva, porque era sumamente hábil en seguir un rastro. Mas ahora abrúmanle los males a causa de que su amo murió fuera de la patria, y las negligentes mozas no lo cuidan, porque los siervos, así que el amo deja de mandarlos, no quieren trabajar como es razón; que el largovidente Zeus le quita al hombre la mitad de la virtud el mismo día en que cae esclavo.
Diciendo así, entróse por el cómodo palacio y se fue derecho a la sala, hacia los ilustres pretendientes. Entonces la Moira de la negra muerte se apoderó de Argos después que tornara a ver a Odiseo al vigésimo año.
La imagen es un cuadro del pintor holandés Paulus Potter (1626-1654) hoy en el Museo Hermitage de San Petesburgo (Rusia)
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