[...] "Y pese a que, como hemos visto, desde Susa se respetaban la administración, las costumbres y los dioses de los territorios dominados, una región con semejante dinamismo como Jonia no podía permanecer mucho tiempo postrándose a los pies de un rey ajeno. En torno al 500 a. C., los jonios se plantearon seriamente que tenían que alzarse contra el rey persa y eliminar la sumisión y el tributo anual que les ataba a él. Según Heródoto, esta atrevida decisión desencadenaría años después los sangrientos enfrentamientos entre los persas y los griegos que hoy conocemos con las Guerras médicas (490-479 a. C.).
El promotor de la rebelión jonia fue Aristágoras, el tirano de Mileto [...] para que Jonia contara con posibilidades de éxito contra el gran imperio asiático necesitaba el apoyo militar de las otras poleis griegas, por lo que en otoño de 499 a. C. Aristágoras se embarcó hacia Esparta, ciudad que contaba con los mejores guerreros de la Hélade".
Así cuenta Antonio Penadés en su reciente libro los preliminares de la guerra que enfrentó a griegos contra persas a inicios del siglo V a. C. Y nos recuerda que Aristágoras no fue escuchado en la corte del espartano Cleómenes a pesar de su cuantiosa oferta de dinero, más que nada porque la pequeña Gorgo, hija del rey y futura esposa de Leónidas, estaba allí para avisar a su padre con un comentario tan suspicaz como inteligente: "Padre, si no te alejas de aquí este extranjero acabará por sobornarte". Pero Aristágoras no se da por vencido y viaja entonces a Atenas en busca de ayuda. Que es concedida. A continuación Atenas ataca Sardes, donde habita el sátrapa persa, provocando allí un terrible incendio que devastó la ciudad y sus templos.
¡Ojalá no hubiera ayudado Atenas a los milesios en su rebelión contra Persia! ¡Ojalá no hubiera arrojado nunca la antorcha aquel soldado griego! Y es que aquello sirvió de pretexto al rey persa Darío para vengarse de Grecia haciendo estallar la Primera Guerra médica en el 490 a. C. Decisiva en esta guerra fue la feliz victoria de los atenienses en la batalla de Maratón, inesperada por la desigualdad numérica de ambos bandos y que supuso un verdadero logro histórico del que los atenienses se mostraron siempre orgullosos.
Retirado Darío de Maratón con gran desdoro, no dudó su hijo Jerjes en hacer valer el poderío persa en la Segunda Guerra médica. En el 480 a. C. llevó Jerjes un enorme contingente de tropas al territorio griego del continente. Pero de nuevo los griegos se muestran audaces y valerosos, y ahuyentan al enemigo tras las importantes victorias de Salamina y Platea, por mucho que en el desfiladero de las Termópilas (video) los espartanos y sus aliados pudieran poco contra el gigante asiático.
Grecia contra Persia: oeste contra este, democracia y libertad contra tiranía y opresión, civilización contra barbarie, la lengua del diálogo y la pluralidad contra la lengua de la soberbia y el pensamiento único.
Así interpretó Heródoto aquel episodio histórico que para los griegos antiguos se convirtió en una auténtica y real epopeya.
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