domingo, 30 de octubre de 2016

Copiando en el infierno para ir al cielo



Recomendamos a todos los alumnos la novela histórica EL NOMBRE DE LA ROSA, del escritor italiano Umberto Eco, publicada en 1980 y llevada al cine en 1986 bajo la dirección de Jean-Jacques Annaud, con el actor Sean Connery dando vida al detective Guillermo de Baskerville, franciscano, ex-inquisidor y filósofo.

Se trata de una novela ambientada en el siglo XIV que tiene lugar en una abadía benedictina donde los monjes se dedican a copiar manuscritos... y no sólo, pues Guillermo de Baskerville debe investigar terribles crímenes.

Este fragmento nos sitúa en el scriptorium de la abadía:

Los anticuarios, los copistas, los rubricantes y los estudiosos estaban sentados cada uno ante su propia mesa, y cada mesa estaba situada debajo de una ventana. Como las ventanas eran cuarenta (número verdaderamente perfecto, producto de la decuplicación del cuadrágono, como si los diez mandamientos hubiesen sido magnificados por las cuatro virtudes cardinales), cuarenta monjes hubiesen podido trabajar al mismo tiempo, aunque aquel día apenas había unos treinta. Severino nos explicó que los monjes que trabajaban en el scriptorium estaban dispensados de los oficios de tercia, sexta y nona, para que no tuviesen que interrumpir su trabajo durante las horas de luz, y que sólo suspendían sus actividades al anochecer, para el oficio de vísperas.

Los sitios mejor iluminados estaban reservados para los anticuarios, los miniaturistas más expertos, los rubricantes y los copistas. En cada mesa había todo lo necesario para ilustrar y copiar: cuernos con tinta, plumas finas, que algunos monjes estaban afinando con unos cuchillos muy delgados, piedra pómez para alisar el pergamino, reglas para trazar las líneas sobre las que luego se escribiría. Junto a cada escribiente, o bien en la parte más alta de las mesas, que tenían una inclinación, había un atril sobre el que estaba apoyado el códice que se estaba copiando, cubierta la página con mascarillas que encuadraban la línea que se estaba transcribiendo en aquel momento. Y algunos monjes tenían tintas de oro y de otros colores. Otros, en cambio, sólo leían libros y tomaban notas en sus cuadernos o tablillas personales…

Presentamos ahora unos minutos seleccionados de dicha película, los cuales tuvimos ocasión de ver el viernes en clase de Cultura Clásica de 4º E.S.O.


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