Tras escapar del estómago de la ballena, LUCIANO y sus amigos náufragos soportan como pueden un brusco cambio de temperatura pues sobreviene un violento Bóreas que hiela la superficie del mar hasta una profundidad de trescientas brazas. Una exageración, ya que una braza son 1,92 metros.
Y como seguía soplando viento y no podían resistirlo, se les ocurrió una idea; el primero en exponerla fue Esquíntaro, el anciano que habían encontrado junto con su hijo dentro del estómago de la ballena.
"Cavando en el agua una amplísima cueva permanecimos en ella treinta días, encendiendo fuego y alimentándonos de peces. Los encontrábamos excavando, pero tan pronto como se nos acabaron los víveres, salimos y desatascamos la nave encallada y, extendiendo el velamen, nos dejamos llevar, como si navegáramos, resbalando suavemente por el hielo". (Libro II, cap. 2).
¿Es que Luciano había viajado al Ártico y conocía los iglús?
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¿Se lo habrían contado?
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